La Tristeza: Una Emoción que Importa

Entender la tristeza es crucial. 

Desde que somos niños alguien nos acomoda, casi sin darnos cuenta, en un diccionario extraño: el de las emociones. Nos dicen que hay palabras buenas y otras malas, que unas deben buscarse como un tesoro y otras esquivarse como una plaga. Pero la vida, tan obstinada, no funciona así. La tristeza no es un error gramatical, ni la nostalgia una falta ortográfica. Ambas son parte de la sintaxis de estar vivos.

Acaso no lloramos porque algo nos importa?
Acaso no sentimos nostalgia porque hemos habitado momentos que merecieron la pena?
No hay tristeza en lo que no amamos, ni nostalgia en lo que nunca tuvo sentido. Por eso, al experimentarlas, debería encenderse también una luz suave: la certeza de que hemos estado vivos de verdad.
A los adolescentes , que a veces quieren escapar a toda prisa de cualquier incomodidad emocional, habría que decirles que no se trata de instalarse en la pena ni de rebobinar en el dolor como quien repite una canción obsesivamente. Se trata, más bien, de comprender que cada emoción tiene su función, como cada palabra tiene su lugar en la frase. La alegría no sería reconocible sin la tristeza, igual que la luz no tendría nombre sin la sombra.🤍

Y quizás, si mañana tuviéramos que empezar otra vez desde cero, volveríamos a elegir, con todos sus matices, la misma vida que hemos tenido. Porque la suma de todas esas emociones —las dulces y las ásperas— es la que nos hace pronunciar, con un hilo de voz, que la existencia merece ser dicha.

Autora: Elena Delgado Just